La verde y bella EireLa República de Irlanda es un país con una gran riqueza cultural e histórica.
Sus tradiciones celtas, su música, sus bonitos paisajes y sus gentes no son el único valor de una isla cuya gastronomía es mucho más que cerveza, whisky de malta y patatas.
Eire -su nombre en gaélico- es un pequeño país que en los últimos años está saliendo del ostracismo en el que ha estado inmerso durante décadas.
Sus paisajes verdes, su lluvia y la alegría de sus gentes acogen y envuelven al visitante en cualquiera de sus pueblos y ciudades.
Los irlandeses tienen fama de ser personas muy tranquilas y tristes, pero con un particular sentido del humor.
Nada extraño si se tiene en cuenta su historia, marcada por las guerras -en su mayoría, por no decir todas, disfrazadas con causas religiosas-,
las crisis económicas y las hambrunas.
Dificultades que han obligado a sus habitantes a emigrar en diferentes periodos.
En las últimas épocas, los movimientos más importantes se han dirigido a Estados Unidos, de ahí la importancia que tiene la comunidad irlandesa en este país.
Allí han llevado sus tradiciones, su religión y su música.
Pero en su isla, dividida en dos mitades de difícil reconciliación, dejaron sus innumerables leyendas y mitos celtas.
Estas leyendas han marcado su riquísima cultura, llena de personajes mitológicos y seres de cuento.
Irlanda es uno de los pocos países de la Unión Europea que sigue basando su economía en la agricultura y la ganadería, aunque hace no mucho tiempo corrieran malos tiempos para su cabaña debido a la fiebre aftosa y a las vacas locas.
Esa dependencia agrícola se ve reflejada en sus paisajes, salpicados de granjas por doquier, y sus costas, rocosas y con grandes e impresionantes acantilados como el de Ring of Kerry.
Los pueblos de la costa occidental son los más visitados por los turistas, gracias también a sus leyendas míticas y los impresionantes lagos de la zona de Donegal.
Más al norte, se encuentra la famosa calzada de los gigantes, llamada Giant's Causeway, una espectacular formación basáltica.
Para admirar los típicos paisajes irlandeses el visitante debe dirigirse hacia el interior, donde prados y colinas conviven con grandes pantanos, como el Lough Erne, que está plagado de islas en su interior.
Dublín, su capital, es otra de las paradas obligatorias.
Esta ciudad es una de las más jóvenes de Europa, ya que más de la mitad de su millón de habitantes no supera los 28 años.
Allí, la vanguardia y el diseño se mezclan con los tópicos y la tradición católica, venida de localidades más pequeñas, como Cork, Galway o Limerick.
Esta última, muy conocida gracias a la conmovedora biografía de Frank McCourt, "Las cenizas de Ángela".
Su popularidad ha llegado a tal extremo que incluso se organizan visitas turísticas para conocer los escenarios por los que transcurrió la vida de este profesor, algo que no parece hacerles mucha gracia a los lugareños
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