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"Nueve de cada diez personas dice amar el chocolate

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La décima parte está mintiendo,
" dijo Guido Gobino, de 47 años, en su laboratorio de Turín, al noroeste de Italia, mientras las máquinas automatizadas sellaban y envolvían su chocolate Tourinot en papel de aluminio.
Hechos solo con cacao, azúcar, vainilla y avellanas, ellos se derriten en la lengua, liberando un aroma de chocolate aterciopelado.
Chocolaterías de alta calidad como Gobino están aprovechando los crecientes apetitos del mundo por el chocolate gourmet y encabezando un alza en la demanda de marcas italianas.
No muy asociados con el chocolate, los italianos han ganado, sin embargo, los mejores premios y reivindican una larga historia de satisfacciones, diciendo que ellos incluso les enseñaron a los suizos algunas nociones claves.
Las ventas mundiales de chocolate gourmet deberían alcanzar 1.620 millones de dólares en el 2008, según dijo el mes pasado la consultora Judith Ganes-Chase. Y el consumo italiano se ha duplicado en la última década a 4,5 kilos percápita, aunque está todavía por debajo del promedio europeo de 7,5 kilos.
"El chocolate explotó en este último año," dijo Davide Pogliani, quien ha agregado una sala sólo para vender chocolate en su tienda de vino fino y comida de Milán.
"Vendemos más que nada Amedei, considerado el mejor del mundo, y Gobino."
Ubicado en Pontedra, cerca de Pisa, Amedei ganó una medalla de oro de la Academia de Chocolate en Londres al mejor del mundo en el 2005 y el 2006. Cecilia Tessieri, de 39 años, y su hermano Alessio, de 42, quienes fundaron Amedei en 1989, llevaron su búsqueda de los mejores ingredientes hasta las últimas consecuencias y son los únicos chocolateros italianos en administrar su propia plantación de cacao en Venezuela.
"Un buen chocolate, como un buen vino, comienza con una buena cepa," dijo Cecilia Tessieri.
CHOCOLATE SUPERTOSCANO.
Las chocolaterías italianas han visto crecer sus exportaciones un 500 por ciento en los últimos cinco años, sumando clientes como el chef Ferran Adria, del renombrado restaurante El Bulli en España, y Fortnum and Masons, el emporio londinense de comida refinada de 300 años de antigüedad.
Gobino y Amedei están apareciendo porque satisfacen una demanda de productos orgánicos y de alta calidad.
Gobino no usa ningún conservante o color artificial.
Por ejemplo, hace chocolate blanco al quitarle la fibra al cacao, que es la que le da el color oscuro, y agrega sólo manteca de cacao, leche y azúcar.
Además, sólo emplea avellanas del Piamonte, mucho más costosas que las turcas más comunes, porque son 60 por ciento grasas, lo que las hace más cremosas. Elegir los mejores ingredientes no es barato. Una barra de Amedei de 55 gramos se vende por 13 euros, unos 17 dólares, o 236 euros por kilo, 10 veces el costo de los chocolates industriales.
Los chocolates de Gobino cuestan aproximadamente 50 euros el kilo.
"Son caros, pero cuando se trata de gastar en calidad, los precios altos no son un problema para nuestros clientes," dijo Pogliani.
Alrededor del mundo, los precios del chocolate gourmet pueden alcanzar alturas estratosféricas.
En Connecticut, el chef Fritz Knipschildt cobra 250 dólares por un simple chocolate oscuro con una trufa negra francesa en su interior, casi 5.800 dólares el kilo.
Turín, la ciudad natal de Gobino en el noroeste de Italia, es el lugar de nacimiento de la industria chocolatera italiana con un valor de 4.000 millones de dólares al año y ahora representa más de un tercio de la producción del país, que en el ranking europeo se ubica en cuarto puesto.
ENVUELTO EN TURIN. No obstante, los reclamos de Turín son más profundo que eso.
Traído desde América a Europa por los españoles, el cacao se convirtió en el trago de los reyes.
La realeza española le pasó la moda a los franceses quienes, a su vez, iniciaron a la familia Savoya de Turín.
Pero fueron los chocolateros de Turín quienes envolvieron el chocolate para evitar la oxidación, haciéndolos más duraderos.
Y ellos dicen que incluso les enseñaron a los suizos.
El mismo Pier Paul Caffarel de Turín en 1826 le enseñó el oficio a Francois Callier, el pionero de la industria chocolatera de Suiza.
Los ricos y poderosos de Turín hoy todavía recurren a las chocolaterías de la ciudad para ocasiones especiales.
Gobino creó la pieza central para la recepción de la boda de John Elkann, vicepresidente de la automotriz Fiat y el heredero del imperio de la familia Agnelli.
En la recepción, 350 réplicas en chocolate del icónico Fiat Cinquecento "bajaron" una rampa de chocolate hasta una base de chocolate blanco y frambuesas, dos metros de ancho y cuatro de largo, con un peso total de 160 kilos.
Marina Cutelle, quien hace dos años abrió Chococult, un bar de chocolate de tres pisos en Milán, dijo que el champán habría sido una buena elección para bajar el postre.
Cutelle, quien dice comer casi medio kilo de chocolate de avellanas de una vez y en su bar ofrece una variedad de vinos y licores para estar a la altura de la selección, señaló:
"Una flauta de champán después de chocolate con leche da un placer máximo."

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